Una historia para
No sé si lo sabéis, pero el año pasado llegó a este instituto una carta sin remite. Era un sobre grande en el que fuera ponía muy claramente:
Para:
39XXX(Cantabria)
Cuando abrí el sobre, todo me pareció muy confuso. No entendía nada. Incluso llegué a pensar que era una broma extraña. Del sobre saqué una hoja con un dibujo de forma cuadrada y conpuesto por cuadros blancos y negros distribuidos de forma aleatoria (o eso me pareció a mí). Estaba dándole vueltas a la hoja aquella tratando de encontrarle algún sentido cuando me avisaron de que teníamos una reunión, así que la puse con mis papeles y fui a la reunión. Cuando acabó, empecé a recoger mis cosas y la hoja que había llegado en aquella misteriosa carta se me cayó al suelo. Casualmente, fue el profesor de infórmatica del año pasado quien la recogió y al dármela dijo:
- Vaya, ¿Vas a usar códigos QR en clase?
- ¿Códigos qué? -respondí.
- QR. ESto que llevas aquí es un código QR.
- ¿Y eso qué es?
- Bueno, dicho en pocas palabras, es un enlace a una web, pero en lugar de estar escrito, está dibujado. Y para seguirlo necesitas un lector de códigos QR. La idea de los códigos de barras, pero un poco más elaborada.
- Ya. Solo "un poco más".
Tuve que explicarle de dónde había salido aquella hoja y la curiosidad pudo con él también. Me enseñó una aplicación para ver esos códigos, la abrimos y enfocamos con el móvil hacia la hoja. En un segundo, mi movil empezó a mostrar una página web en blanco.
- Aquí no hay nada -dije.
- Qué raro... ¿Estás seguro?
- Ya ves -toqué la pantalla- aquí no se ve nada -hice el gesto de ampliar y reducir- nada de nada -y toqué dos veces la pantalla.
- ¿Eso qué es?
- ¿El qué?
- Has seleccionado el contenido de la página, se ha puesto todo azul. Así que aquí tiene que haber algo.
Hice el gesto con los dedos para hacer más pequeña la página y volví a pulsar dos veces como para seleccionar texto. ¡Y apareció algo! La pantalla del navegador se veía azul claro. Todo excepto unas letras y símbolos en el centro.
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Nos miramos alucinados los dos. Y sé que los dos pensamos algo parecido a "¿Pero qué demonios es esto?", pero también miramos el reloj: era viernes y la hora de irse, así que decidimos dejarlo, aunque yo prometí que probaría en casa a ver si conseguía entender qué era todo aquello. Pero al llegar a casa se me olvidó por completo el tema.
El lunes, al llegar al aula de de saqué mis cosas y, al ver de nuevo la carta aquella, recordé el misterio que escondía. La cogí, la levanté y se la enseñé a la clase.
- , eso no funciona.
- ¿Perdón?
- Que no funciona, repitó alguien. Que he entrado ahí y no se ve nada.
- ¿Sabes qué es esto?
Claro que lo sabía. Y más gente. Así que, en apenas unos minutos, media clase estaba con el móvil en la mano y mirando una pantalla en blanco. Unos tocaban, otros movían... Nadie veía nada. Les conté lo que había descubierto el viernes anterior y empezaron a ver el dibujo. Hubo bastante alboroto y tuve que pedir silencio, pero yo sentía tanta como curiosidad como ellos. Y entonces alguien dio con la clave. Le había llado la atención esa parte que sí se podía leer y al buscarla en Google había llegado a una página llamada https://webchat.freenode.net/ que pedía escribir un apodo y un nombre de sala. Conecté el ordenador al cañón, esto merecía verse en grande. Al final, probando y pensando todos juntos, llegamos a la conclusión de que el otro texto que se podía leer era el apodo. Y escribimos "bug". Para la sala probamos palabras al azar y vimos que cada vez se abría un chat diferente, pero solo estábamos nosotros.
Hasta que alguien decidió probar con "Spiderman" como nombre para la sala. ¡Y entramos en una sala donde no estábamos solos! Había otro usuario conectado. Y saludó. Confieso que casi me olvidé de que estaba en clase con más alumnos, al menos hasta que el ajetreo provocado por la emoción me hizo volver a pedir silencio.
- ¿Qué le decimos?Decidimos que lo mejor era un mensaje con un saludo y una presentación. Y así empezó una conversación donde nos explicó que se llamaba y tenía años. Estaba enferma y no podía salir de casa para no infectarse, así que, aunque sus padres la cuidaban y le habían dado clases, estaba muy aburrida y su única conexión con el mundo exterior era ese chat. Había enviado cartas a otros institutos, pero nadie más había descifrado su acertijo y estaba muy contenta de conocernos. Pregunté al grupo si querían ayudarla y todos contestaron que sí, así que, a lo largo del curso, cada día alguien chateaba con ella mientras dábamos clase y le iba explicando lo que hacíamos o le resumía mis explicaciones. Ella buscaba imágenes, vídeos o artículos relacionados y los compartía con nosotros. Fue genial y muy divertido. Pero se acabó el curso y el último día todo el grupo tuvo que despedirse de . Ella lo entendió, pero me pidió que siguiéramos en contacto.
Y así lo he hecho, hasta hoy. Y os estoy contando todo esto porque quiero saber si estáis dispuestos a seguir ayudando a este curso. ¿Lo estáis? Pues vamos a ver cómo podemos hacer que se siesta menos sola mientras nos ayuda con .
